Taller preparado por Mercè Vega Castellví, apicultora y artesana.
Esta semana hemos hecho una actividad sobre las abejas. Todos los niños sabían que estos insectos son los que producen la miel. Pero, ¿cómo funciona una colmena?, ¿cómo fabrican las abejas la miel?
La primera actividad que preparó Mercè sirvió para diferenciar los tres tipos de individuos que forman parte de un enjambre: la reina, las obreras, y los zánganos. Cada niño recortó e hizo su propia abeja.
De esta manera pudimos explicar qué tareas hacía cada individuo, de que partes estaba constituida una colmena y porqué las abejas son tan importantes para la polinización.
El día siguiente empezamos a preparar un móvil para colgar en el pasillo. Empezamos dibujando abejas obreras y zánganos, flores de diferentes colores e hicimos hexágonos para poder construir la colmena.
Con esta actividad pudimos profundizar sobre cómo se organizan las abejas. En el centro hay la reina que pone los huevos, y las larvas que van transformándose. Al exterior, hay las reservas de polen y de miel.
Fue en este momento en el cual hablamos de cómo se extraía la miel. Mercè, que había sido apicultora, había traído una humareda y unas mascaras. A los niños les encantó probarlo!
Para acabar la semana hicimos un mural con toda la información que habían aprendido, y este es el resultado final:
Escrito por Joana Alsinavoluntaria de la casa de acogida
En Balmandir, a las seis de la mañana se prepara el té para los más grandes y se calienta la leche de búfala para los más pequeños. Cada día se consumen unos 5 litros de leche fresca, que durante el resto del año se terminan en un abrir y cerrar de ojos. ¡A la hora del estudio ya no queda ni una gota! Pero como algunos ya sabéis, estamos en unas fechas muy especiales y algunos de los más mayores se han marchado para celebrar el Dashain. Por esta razón cada día nos quedan unos cuantos litros de deliciosa leche de búfala. Hacer mozzarella nos pareció demasiado arriesgado, así que decidimos intentar hacer yogur.
Transformar la leche en yogur no es muy complicado. Sólo se necesita una ración de yogur de muestra – que permitirá transformar la leche-, un termómetro – para medir la temperatura de la leche y del agua – y una yogurtera. Aquí en Bhimphedi no tenemos ni yogurtera ni termómetro, pero decidimos intentarlo de todas formas.
Cada día cogemos dos litros de leche y la pasteurizamos. Una vez ya ha hervido, la dejamos enfriar al mismo tiempo que ponemos otra olla con agua al fuego, que hará la función de yogurtera. Una vez que la leche se ha enfriado un poco y creemos que está a 46 grados, añadimos un yogur y mezclamos, intentando que no queden grumos. Con un cucharón llenamos los vasos metálicos y los ponemos dentro de la olla al baño maría.
Cuando los tenemos todos dentro se tapa con un plato y para conservar el calor lo sellamos con cinta aislante. Una vez todo está listo lo envolvemos con una manta para guardar el calor durante toda la noche, como si fuera una yogurtera.
A la mañana siguiente, antes de hacer el té abrimos la olla y… ¡a ver qué nos encontramos! Como no tenemos termómetro un día los yogures son líquidos, otro día tienen grumos y de vez en cuando los yogures nos quedan como es debido. No nos gusta la rutina así que ya nos parece bien. Los guardamos en la nevera hasta que tenemos suficientes para todos los niños y cada tres días en Balmandir ¡hay yogur para merendar!
Escrito por Joana Martínez, voluntaria de la casa de acogida
La semana pasada llegaron a nuestra casa de acogida tres nuevas habitantes dispuestas a compartir con nosotros un buen montón de aventuras. No llegaron en jeep ni en autobús, ni en ningún medio de transporte convencional. Tampoco presentan las características habituales de la mayoría de recién llegados que vienen de visita o para quedarse una larga temporada. Eso si, nuestras nuevas compañeras han venido para quedarse y tuvieron una cálida bienvenida por parte de todos aquellos que nos encontrábamos en Balmandir para recibirlas. Ya os imagináis de quien se trata? Queréis una pista más? Son peluditas, suaves como un peluche, graciosas y monísimas! Ahora si…?
Las nuevas habitantes de Balmandir no son ni más ni menos que tres cabritas recién nacidas! Ya hace unos meses que cuatro de las cabras están embarazadas y poco a poco irán naciendo las pequeñas. De momento ya tenemos a tres, que llegaron con menos de una semana de diferencia y esperamos con impaciencia que el resto de primitas hagan lo mismo durante las siguientes semanas.
Las didis y Kush se preocuparon en todo momento de que las madres tuvieran un parto lo más cómodo posible y que las pequeñas estuvieran bien atendidas durante sus primeras horas de vida. Kush es nuestro niño pastor: se encarga de de sacar los animales a pastar, de alimentarlos correctamente, de curarlos cuando tienen alguna pequeña herida… hasta les pone producto antipiojos y los desparasita cuando hace falta! así pues, como ya os podéis imaginar, la llegada de las cabritas ha sido un bonito acontecimiento. Tendriáis que ver como se desvive por ellas!
El resto de Balmandir fuimos pasando para darles la bienvenida correspondiente y deshacernos en «oooooois» y «aaaaais» viéndolas dar sus primeros pasitos patosamente y la gran aventura que representó para ellas conseguir llegar correctamente a la teta de su madre sedientas. Os dejamos algunas de sus primeras fotografías para que también las podáis disfrutar! Hasta pronto!
¿Qué hacen dos nepalís, un catalán y cuatro vascos a las 4 de la mañana en un remoto valle de Nepal?
Nos espera una caminata de una hora hasta Damar, donde hemos quedado para recoger a nuestra Búfala (bhaisi en nepalí) y su cría macho. Está despejado, lo que hace que la subida sea más llevadera… y por suerte en Damar nos acogen con un riquísimo té, hecho como no, con leche de búfala recién ordeñada.
Al cabo de un rato nos traen nuestra búfala… aquí empieza la parte más interesante de la mañana: bajarlas por la larga pista hasta Bhimphedi sin que se nos despeñen o se paren a descansar en la mitad del camino… Dos horas más tarde llegamos a Balmandir y los niños las reciben con gritos y carreras, las acompañan hasta su nueva casa… y abrazan y estrujan por primera vez al pequeño de la familia.
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Estas últimas semanas hemos estado inmersos en la preparación de la cuadra para las búfalas y las cabras (bakhara en nepalí). Lo primero que hubo que hacer fue vaciar el espacio que íbamos a utilizar como cuadra ya que estaba lleno de vigas de madera. Algunas de ellas eran muy largas y pesadas por lo que tuvimos que pedir ayuda a los trabajadores de la cárcel. Después de que Dani visitara la cárcel por lo menos diez veces para pedirles ayuda al fin vinieron …
Dos semanas más tarde al fin tuvimos el espacio vacío, con lo que empezamos con las reparaciones… y parecía fácil: una de las vigas estaba partida, uno de los pilares totalmente podrido, al sustituir éste tuvimos que mover el de al lado, la chapa que hacía de pared trasera estaba puesta con la ondulación del revés de forma que el agua entraba hacia dentro, el tejado necesitaba arreglos, hacer la puerta no fue nada fácil, colocamos una antigua puerta metálica inutilizable como parte de la pared (y cómo pesaba!), pusimos 6 pilares para atar a las búfalas, una capa de hormigón para allanar el interior y darle pendiente… Poco a poco la cuadra fue tomando forma. Entre tanto también hicimos una pequeña ampliación a la caseta para colocar allí las cabras (anteriormente ya teníamos patos y gallinas, y una perra con tres crías de menos de un mes de edad. Este orfanato se está convirtiendo en una granja!).
Por otro lado las cabras y las búfalas necesitan hierba, mucha hierba… así que hemos dedicado toda la parte baja del terreno de huerta para plantar hierba: Primero vinieron a pasar los bueyes, luego retiramos todas las hierbas y maleza restante, y después fuimos sembrando poco a poco las semillas… al de unos días repetimos el proceso en la otra mitad del terreno. Pero claro, para separar la zona de pasto de la zona de huerta hace falta una valla… así que, qué mejor que construirla nosotros mismos! Esta historia la dejamos para un próximo post…
Lo dicho, por fin tenemos búfalas en nuestra granja!!
Nerea y Mikel
Voluntarios de larga estancia de Amics del Nepal para la casa de acogida de Bhimphedi y el programa de reconstrucción y mejora de la vivienda afectada por el terremoto.
P.D. ¿Os hemos contado que Ricardo y Jorge vinieron de Kathmandu anteayer y trajeron 4 conejos en la chistera? Sí. En Balmandir también tenemos conejos.
Hace casi dos meses que trajimos las gallinas de Hetauda, y aún no nos han dado ni un solo huevo. Cada mañana vamos al gallinero esperanzados y salimos con las manos en los bolsillos.
Las Didis nos dicen que si no ponemos un gallo las gallinas pondrán más tarde y menos a menudo. ¿De verdad? Pues tendremos que comprar un gallo… pero los gallos aquí son tant grandes que dan miedo! Tras negociarlo con Kush, decidimos que compraremos un gallo, pero que todavía no sea muy grande, que no queremos que rompa la paz del gallinero.
Por un solo gallo no vale la pena ir a Hetauda, lo compramos por 3 euros el kilo (no son baratos los animales aquí). Y el ponemos con las gallinas. El primer día el gallo está un poco intimidado, por estas diez gallinas mayores que él y que no le paran de picotear. Pero al día siguiente ya la han acogido a la familia.
Ahora no hay excusa, queremos huevos! Si con la compañía del macho tampoco funciona, quizá acabarán todos juntos a la cazuela el próximo sábado!
Dos días después en Kul se nos acerca con una sonrisa enorme diciendo que tiene buenas noticias! Tenemos el primer huevo!
Kush y Maya didi argumentan que tener patos sería muy buen proyecto: «Comen arroz y gusanos (no necesitan que les compremos comida), les gusta el agua y por lo tanto no tienen problemas con las lluvias del verano (monzón) y los huevos son muy valorados (tres veces más caros que los de gallina) especialmente en fin de año nepalí, mediados de abril.
Así pues, esta vez vamos a Hetauda con la misión de traer 6 patos, 2 machos y 4 hembras. Parecería una misión bastante sencilla, pero con la experiencia que tuvimos con las gallinas ya no nos fiamos, aunque nos han dicho de un lugar donde nos los pueden vender.
Tomamos un triciclo eléctrico y en marcha! Ostras, es más lejos de lo que pensaba, después de 15 minutos aún no hemos llegado. Finalmente el triciclo entra por un camino, alrededor hay una piscina enorme. Ram nos cuenta que es una piscifactoría. En la entrada de lo que parecen las oficinas hay una mujer que nos da la bienvenida. Enseguida le preguntamos donde podemos conseguir nuestros seis patitos. Nos mira como si le estuviéramos pidiendo polluelos de colibrí… pero por todas las calles de Bhimphedi o Hetauda se ven gallinas y patos paseando… no puede ser tan difícil conseguir 4 hembras y 2 machos… Ram insiste en que deben haber patos en este centro, que nos han dicho que alguien los había comprado aquí… No, sólo tienen peces…
Volvemos con el mismo triciclo y vamos parando y preguntando. Todo el mundo nos mira como si estuviéramos pidiendo polluelos de colibrí … Me parece que no lo conseguiremos… ¿Y si vamos al mismo lugar donde compramos las gallinas? 15 minutos más de triciclo eléctrico.
Llegamos a nuestro destino y pedimos donde se pueden comprar patitos… Nada, como si pidiéramos por colibrís… ¿cómo puede ser tan difícil? Entramos en otro de los patios, no hay nadie, pero de un rincón aparecen 5 patitos corriendo juntitos. Ostras! Salimos todo animados y preguntamos donde están los propietarios del patio (y lo que es más importante, de los patitos). De un cuartito oscuro sale una didi. Ya casi lo tenemos! Nos dice que los polluelos cuestan 175 rupias cada uno (un euro y medio). «Trato hecho! Nos llevamos los cinco!» (queríamos 6 pero 5 está bastante bien!). «Oh, pero ¿cuántos de los cinco patitos son hembras?». Vaya… no lo sabe¿? Son demasiado pequeños para diferenciarlos… No importa, los ponemos en una caja y para casa! Suerte que los hemos encontrado, no podíamos volver a la casa de acogida sin patos, había demasiada expectación!
Así que llegamos a la casa de acogida y todo el mundo está entusiasmado. Para no estresar a los patitos, no dejamos entrar a los niños en la zona de los animales, y lo miran desde la distancia. Colocamos los patos a su nueva casa. Me giro y no veo a ninguno de los niños pequeños. Qué raro… ¿se habrán enfadado?
Al cabo de un rato llega uno de los niños pequeños con un plato. Detrás suyo todos los otros niños con caras expectantes. El niño nos enseña el plato, está lleno de gusanos para los patitos! Se lo han ganado. Ya pueden entrar a verlos. Kush, el experto de los animales les da de comer y los demás se lo miran desde la puerta.
Al día siguiente los patitos ya corren por patio y ya se encuentran como en casa. Qué diferencia con las gallinas que aún casi ni se atreven a salir de su gallinero.
Pero un par de días más tarde ya se ve que hay algo que no va bien… dos de los patitos no caminan con los demás. Sólo se sientan y descansan…
Sólo nos quedan tres patitos… ¿Se habrán muerto por el frío? Quizás eran demasiado pequeños para mojarse… O quizás los hemos toqueteado demasiado… Los niños deciden que los patos necesitan una caja como la de las gallinas y que de momento sólo Kush los cuidará.
Afortunadamente, dos semanas más tarde todavía nos quedan tres patitos, y ya son bastante grandes! Me parece que estos nos darán huevos! si hay alguna hembra… si no al menos comeremos pato a la naranja!
Tras la llegada de las gallinas y terminar de arreglar la puerta del gallinero los niños deciden que quieren ampliar aún más la familia: el sábado irán a buscar peces! Kul y un par de ayudantes se ponen a reparar las comedoras en la zona de los animales que harán la función de pecera.
Kul y Papu arreglando la otra comedora/pecera.
El sábado comemos el desayuno, que consiste en un plato enorme de arroz con jugo de lentejas y verduras de temporada (esta comida se llama Dhalbat y es lo que todos los nepalíes comen dos veces al día, y en el centro de acogida no somos una excepción), y montamos la expedición para ir a buscar los peces: 19 niños y niñas y dos adultos, ¿seremos suficientes para capturar algún pez?
En invierno en Nepal es la época seca, no llueve casi nada en medio año. Así que el río del lado de la casa de acogida no tiene agua, y vamos a unos 3 kilómetros, donde baja otro río con un poco de agua, y llega a una pequeña presa donde los niños están convencidos de que podrán encontrar peces, y de paso los chicos más grandes hacer una zambullida aprovechando el día soleado.
Los niños mayores se adelantan, y una vez llegamos al lugar Edu y yo, ya han capturado un par de pececillos. Después de una hora, ya tienen 10 peces y tres cangrejos. Ahora toca comer el picnic y volver a casa sin dejar ningún plástico en el suelo… esto será más difícil que recoger peces…
El cemento de la «pecera» aún no está seco, así que los peces se quedarán en un cubo por un día. Dejo el cubo en la puerta la habitación de los voluntarios, pero el día siguiente no está! Qué raro… Son las 7 de la mañana y voy a decir buenos días a los niños. Entro habitación tras habitación, algunas sonrisas y algunas caras incrédulas que ya sea hora de levantarse. En una de las habitaciones, sorpresa, me encuentro con el cubo con los peces. Un niño dice que fuera hace mucho frío por la noche… Está bien, pero hoy ya los ponemos en su pecera.
Finalmente el tiempo da la razón al niño… un día después de ponerlos en la «pecera» todos los peces están muertos! Algunos han saltado fuera del comedero, otros yacen inertes… Pequeño fracaso… ¿Por qué habrá pasado? Los niños hacen sus hipótesis: el agua estaba demasiado fría porqué en esta comedora no toca el Sol, o tal vez se debe poner una red para que no puedan saltar, o tal vez el cemento debía reposar más tiempo…
Decidimos que nos olvidamos del proyecto de los peces hasta que haga menos frío, pero por la noche ya tienen otra idea. «Esta idea sí que es buena!», Aseguran. Incluso una de las cuidadoras, Maya didi, se la ve animada. Tenemos que traer patos!
Hetauda es una ciudad a unos 20 kilómetros al sur de Bhimphedi. Bhimphedi está todavía en la zona montañosa, pero Hetauda ya está en la entrada de las planicies del sur de Nepal. De estas zonas planas, que en algunas regiones todavía se conserva selva con elefantes y algún tigre, la llaman Terai. Para recorrer estos 20 kilómetros tomamos el bus de las 8h, y en poco más de una hora ya hemos llegado a Hetauda. Nosotros somos unos afortunados, porque Bhimphedi es la primera parada del bus, así que podemos sentarnos (aunque las rodillas chocan con el asiento de delante, y eso que no somos muy altos…). Sentados en el autobús hay unas treinta personas, pero en el pasillo hay unas treinta más… cuanto más gente entra más cómodos parecen nuestros asientos. El revisor se pasea entre la multitud cobrando los pasajes, nadie hace mala cara! Esto es el día en día, «ke garné» (expresión nepalí que quiere decir: «que le vamos ha hacer» o «es lo que hay»).
Después de caminar unos quince minutos desde la parada de autobús, llegamos a la «tienda» de gallinas. Allí primero nos enseñan unos pollitos, pero dicen que están todos encargados … En todo caso no queremos polluelos, porque nos costaría meses que crecieran y dieran huevos, además del riesgo de que se nos mueran en las noches frías. Después nos enseñan otros de la medida perfecta. Pero después de un rato nos dicen que son sólo para carne. ¿Por qué no pueden servir para dar huevos? Son machos… Parece que hoy no lo conseguiremos…
Pero cuando finalmente parecía todo perdido, nos llevan a otra casa, y premio! Tienen gallinas jóvenes, de unos tres meses, sólo les falta un mes para poner huevos, y se las ve grandes y fuertes. Muy grandes… Nos llevamos diez! Y nos las cobran a dos euros el kilo. Las atamos por las patas, las pesamos y nos las llevamos.
En la caseta de al lado nos venden el pienso, lo ponemos todo en un triciclo eléctrico, y hacia la parada del bus! Las pobrecitas gallinas todavía les falta sufrir bastante hasta llegar a su nueva casa, pero una vez allí tendrán un par de años para ser felices, estar bien cuidadas y dar huevos para nuestros niños.
Tras dejar las gallinas cerca de la estación de autobuses nos vamos a hacer unas cuantas compras. Hay que aprovechar los días que vas a la ciudad. En el molino de arroz compramos tres sacos de cascarilla para que las gallinas estén bien cómodos. Vamos a arreglar la ensulfatadora, compramos plantel de cebollas y vamos a la oficina de Hetauda de Nepal Telecom para pedir que nos pongan línea de teléfono e Internet en el centro, pero eso ya es otra historia…
Por último, vamos hacia la parada de autobús, cargamos las gallinas y los sacos a la vaca del autobús, nos sentamos en nuestros asientos reservados, y después de una hora, con algún que otro bache (pobres gallinas… ¿llegarán vivas?) llegamos a Bhimphedi después de un largo día en la ciudad, sin haber tenido tiempo ni siquiera de comer (ni nosotros ni las gallinas). En la «parada» del bus en Bhimphedi ya nos esperan 7 niños todo expectantes, preparados para ayudarnos con toda la carga y llevarla hacia el centro de acogida. En la puerta del centro, las niñas y los niños más pequeños nos reciben con gritos the «kukhura aayo!», Las gallinas han llegado!
Y las gallinas llegan al gallinero sanas y salvas. Kush les lleva agua con azúcar para que se vayan recuperando poco a poco, y les ponen pienso para que coman cuando se vean con fuerzas. La linterna de Edu se queda encendida el gallinero esta noche. A partir de mañana ya empezaremos con la rutina. Y esperamos que en un mes empiecen a darnos huevos!
Todo el mundo está muy contento con el éxito de la misión. Kul, uno de los chicos más activos del centro, nos asegura que terminarán de arreglar el gallinero con más cemento. Y los niños más pequeños del centro, que están muy ilusionados con la nueva «granja», ya están pensando en el próximo proyecto! Pero aún no os adelanto nada…
Antes que vengan las gallinas debemos tener su casa preparada. Ya tenemos un espacio que será muy apropiado en el extremo norte de nuestras tierras. Hay tres casetas donde en algún momento habían vivido unos cerdos. Dos de ellas están bastante destrozadas, pero una se mantiene en pie, como si fuera el cuento de los tres cerditos. Al lado hay otra caseta, un poco más grande, que sólo le falta la puerta y varias pequeñas reformas. Nos hemos decidido que de momento utilizaremos esta caseta de unos 5 metros cuadrados para alojar nuestras futuras gallinas! Así que nos ponemos manos a la obra!
Edu, con la ayuda inestimable de Papu, comienza a construir una puerta de la nada. Con una cama vieja, un martillo y unos cuantos clavos oxidados coloca milagrosamente el marco de la puerta. Después, con unas láminas de madera y un trozo de tela metálicalica que había en el almacén consiguen hacer una puerta a prueba de zorros y esperamos que también sea a prueba de niños… porque del más pequeño al más grande no se pierden detalle de la evolución de la empresa, y algunos niños son bastante curiosos y a veces algunas cosas a su alrededor se rompen misteriosamente.
Los chicos grandes, con muchas ganas de colaborar en el proyecto, sacan del almacén un saco de arena y un saco de cemento que habían sobrado de antiguas reparaciones. Y empiezan a hacer mortero para sellar el marco y poner algún parche en la caseta de las gallinas.
Mientras tanto, Edu que ya le ha cogido el gusto a trabajar con clavos oxidados, láminas de madera y sillas destartaladas, construye dos cajas donde las gallinas se sentirán muy seguras y podrán poner los huevos.
Aprovechando que vamos a Hetauda, la ciudad más cercana al pueblo, para llevar a un niño a hacerse una prueba médica y comprar todo de materiales que necesitamos, aprovechamos para comprar un comedero y un dispensador de agua. El gallinero ya está prácticamente listo!