Llegan las gallinas

Hetauda es una ciudad a unos 20 kilómetros al sur de Bhimphedi. Bhimphedi está todavía en la zona montañosa, pero Hetauda ya está en la entrada de las planicies del sur de Nepal. De estas zonas planas, que en algunas regiones todavía se conserva selva con elefantes y algún tigre, la llaman Terai. Para recorrer estos 20 kilómetros tomamos el bus de las 8h, y en poco más de una hora ya hemos llegado a Hetauda. Nosotros somos unos afortunados, porque Bhimphedi es la primera parada del bus, así que podemos sentarnos (aunque las rodillas chocan con el asiento de delante, y eso que no somos muy altos…). Sentados en el autobús hay unas treinta personas, pero en el pasillo hay unas treinta más… cuanto más gente entra más cómodos parecen nuestros asientos. El revisor se pasea entre la multitud cobrando los pasajes, nadie hace mala cara! Esto es el día en día, «ke garné» (expresión nepalí que quiere decir: «que le vamos ha hacer» o «es lo que hay»).

Después de caminar unos quince minutos desde la parada de autobús, llegamos a la «tienda» de gallinas. Allí primero nos enseñan unos pollitos, pero dicen que están todos encargados … En todo caso no queremos polluelos, porque nos costaría meses que crecieran y dieran huevos, además del riesgo de que se nos mueran en las noches frías. Después nos enseñan otros de la medida perfecta. Pero después de un rato nos dicen que son sólo para carne. ¿Por qué no pueden servir para dar huevos? Son machos… Parece que hoy no lo conseguiremos…

Pero cuando finalmente parecía todo perdido, nos llevan a otra casa, y premio! Tienen gallinas jóvenes, de unos tres meses, sólo les falta un mes para poner huevos, y se las ve grandes y fuertes. Muy grandes… Nos llevamos diez! Y nos las cobran a dos euros el kilo. Las atamos por las patas, las pesamos y nos las llevamos.

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Edu celebrando que hemos encontrado gallinas jóvenes para nuestro gallinero.
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Papu ayudando a la vendedora a atar las gallinas por las patas de dos en dos.
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Papu aguantando la balanza, mientras nuestro cocinero Ram se encarga de poner los pesos para equilibrar el peso de las gallinas. El chico sentado es un vecino que ha decidido ayudar a la vendedora para esta transacción tan complicada.

En la caseta de al lado nos venden el pienso, lo ponemos todo en un triciclo eléctrico, y hacia la parada del bus! Las pobrecitas gallinas todavía les falta sufrir bastante hasta llegar a su nueva casa, pero una vez allí tendrán un par de años para ser felices, estar bien cuidadas y dar huevos para nuestros niños.

Tras dejar las gallinas cerca de la estación de autobuses nos vamos a hacer unas cuantas compras. Hay que aprovechar los días que vas a la ciudad. En el molino de arroz compramos tres sacos de cascarilla para que las gallinas estén bien cómodos. Vamos a arreglar la ensulfatadora, compramos plantel de cebollas y vamos a la oficina de Hetauda de Nepal Telecom para pedir que nos pongan línea de teléfono e Internet en el centro, pero eso ya es otra historia…

Por último, vamos hacia la parada de autobús, cargamos las gallinas y los sacos a la vaca del autobús, nos sentamos en nuestros asientos reservados, y después de una hora, con algún que otro bache (pobres gallinas… ¿llegarán vivas?) llegamos a Bhimphedi después de un largo día en la ciudad, sin haber tenido tiempo ni siquiera de comer (ni nosotros ni las gallinas). En la «parada» del bus en Bhimphedi ya nos esperan 7 niños todo expectantes, preparados para ayudarnos con toda la carga y llevarla hacia el centro de acogida. En la puerta del centro, las niñas y los niños más pequeños nos reciben con gritos the «kukhura aayo!», Las gallinas han llegado!

Y las gallinas llegan al gallinero sanas y salvas. Kush les lleva agua con azúcar para que se vayan recuperando poco a poco, y les ponen pienso para que coman cuando se vean con fuerzas. La linterna de Edu se queda encendida el gallinero esta noche. A partir de mañana ya empezaremos con la rutina. Y esperamos que en un mes empiecen a darnos huevos!

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Las gallinas, en su segundo día con nosotros, aún se asustan cuando nos acercamos. Lo pasaron mal en su traslado y seguro que no se quieren volver a mover.
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Una de las gallinas ya se ha pedido una de las cajas para ella.

Todo el mundo está muy contento con el éxito de la misión. Kul, uno de los chicos más activos del centro, nos asegura que terminarán de arreglar el gallinero con más cemento. Y los niños más pequeños del centro, que están muy ilusionados con la nueva «granja», ya están pensando en el próximo proyecto! Pero aún no os adelanto nada…