Escrito por Joana Alsina, voluntaria de la casa de acogida de Bhimphedi.
Los sábados los niños se dividen en tres grupos. Uno ayuda en el huerto, otro se encarga de limpiar y el tercero se encarga de cocinar la comida. ¡Y qué comidas más buenas! Cada sábado por la mañana, el gran tema de conversación es que habrá para comer: momos, crepes, rotis, panipuris, samosas, croquetas, empanadas, pakaudas… y este sábado ¡alu chop, la croqueta nepalí!
¿Estáis preparados para intentarlo?
Ingredientes:
5 Patatas
2 cebollas
Harina de garbanzo (Besan)
Masala (mezcla de especies)
Cilantro
Jengibre
Guindilla
Ajo
Agua
Sal
Aceite
Preparación:
Limpiar las patatas y ponerlas a hervir a la olla presión. Cuando ya están cocidas las pelamos y las desmigagamos con las manos.
Pelar las cebollas y cortarlas en finas lunas. Trocear el ajo, el jengibre el cilantro y añadirlo a la mezcla, junto con la sal y las especies.
Mezclarlo todo muy bien con las manos porque no queden trozos de patata.
Hacer croquetas con la pasta.
En otro bol preparar la mezcla para rebozar los alu chop. Poner agua y vamos añadiendo la harina de garbanzo. La mezcla tiene que ser bastante líquida, puesto que los alu chops se sumergen y después se ponen a freír a la sartén.
Escrito por Nicolas Gautier, voluntario en la casa de acogida.
Cuando llegué a Katmandú, visité una tienda de papel muy auténtica en el barrio de Thamel. Al interior habían bonitas decoraciones de papel y cartón. Entre ellas, me llamaron la atención las guirnaldas con forma de estrella. Me pareció una buena idea hacer lo mismo con los niños de Balmandir.
Al llegar a Bhimphedi, descubrí la casa de acogida. Esta primera impresión reforzó mi idea, los dormitorios de los niños estaban poco decorados. Así pues empezamos a preparar la actividad, però no quería hacer solamente estrellas. Dibujé varias formas para que cada niño escogiera la que más le gustara.
Varias etapas son necesarias para confeccionar estas guirnaldas:
1- Escoger una forma según su preferencia teniendo en cuenta el nivel de dificultad de la guirnalda.
2- Reproducir 8 veces la forma con exactitud.
3- Recortar estas formas.
4- Colorear.
5- Escoger un cordel de color y perlas artificiales para decorar la guirnalda.
6- Hacer nudos, poner las perlas artificiales y pegar las formas.
Escrito por Joana Alsina Vega, voluntaria en la casa de acogida.
Dashain ya ha terminado pero todavía estamos de vacaciones esperando que llegue el Tihar. Estos últimos días el tiempo nos acompaña y hemos aprovechado para ir de excursión. La primera que hicimos fue con los más pequeños. Llevamos las cabras a pastar en el monte y una vez cruzamos el río continuamos hasta la enorme ficus religiosa, que se encuentra a la cumbre de la carena. Este árbol es sagrado en Nepal.
Hay un desnivel considerable desde el río hasta el ficus. Algunos subieron muy rápido y otros lo hicieron más lentamente, pero con el calor que hacía todos sudamos a mares. Desde el árbol sagrado hay unas vistas muy bonitas del pueblo. Sentarse bajo sus ramas y contemplar el paisaje es muy relajante, ¡pero la tranquilidad no duró demasiado! Los primeros en llegar ya querían volver a marcharse porque sabían que abajo les esperaba un buen premio; ir a pescar y a bañarse en el río. ¡Esto sí que les encanta!
Una semana más tarde hicimos otra excursión, ¡pero esta sí que fue una verdadera excursión! Nuestro destino; Hattisude hills, la montaña de la trompa de elefante (2900m). Sólo los más mayores pudieron venir puesto que era una excursión que duró todo el día. Nos marchamos después del Dalbhat hacia las 9 de la mañana con las mochilas cargadas con provisiones hacia Supping. Para llegar a este pueblo vecino que se encuentra en la cumbre de una pequeña montaña hay que pasar por un puente colgante y subir un buen rato. Por el camino nos encontramos bastantes personas que bajaban a Bhimphedi y otros que subían cargadas a cuestas con plantas, paquetes, compras e incluso con una gran lechera.
Después de media hora subiendo llegamos a Supping. Este pueblo se divide en tres zonas que se conocen como Low, Middle y Upper Supping. Las casas y cultivos están diseminados por la montaña, donde viven aproximadamente unas 700 persones. Su medio de subsistencia es la agricultura, la horticultura y la ganadería. El maíz es el cultivo principal a pesar de que también cultivan jengibre, judías, guisantes y otras verduras. En esta época del año el maíz ya ha sido cosechado y en casi todas las casas está secándose, colgando de los balcones o formando círculos en las columnas de las casas. En Upper Supping llegaron en moto Maya y Ram que nos harían de guías para subir a Hattisude Hills.
Así pues, dejamos atrás los bonitos paisajes de cultivos en terrazas y nos adentramos en el bosque. Al principio, el camino estaba muy bien marcado pero nos perdimos en medio de tanta maleza y finalmente decidimos subir cuesta arriba. Cómo dicen ellos «Monkey way». Habían muchos árboles y plantas desconocidas para nosotras, y a pesar de que nos encontrábamos en medio del bosque no vimos muchos animales, aparte de… ¡las sanguijuelas! Si te parabas unos minutos para tomar aliento ya tenías una dentro del zapato, o subiéndote por el pantalón. Si ponías las manos en el suelo para poder subir mejor te encontrabas una entre los dedos, o sobre los brazos. Una experiencia muy enriquecedora, sobre todo para ellas!
Finalmente, Ram volvió a encontrar el camino cuando nos encontrábamos muy cerca de la cumbre. Cada vez había menos árboles, dejando a la vista un paisaje completamente diferente; unos prados de altas hierbas con flores de todos los colores y unas vistas maravillosas.
Hacia el sur, dirección Hetauda, veíamos un pequeño pueblo de casas y cultivos rodeado por altas montañas. Hacia el norte, veíamos en primer plano Bhimphedi, podíamos distinguir Balmandir e incluso la ficus religiosa. Lástima que a pesar de hacer muy buen día habían algunas nubes detrás de esas montañas o sea que no pudimos contemplar la cordillera del Himalaya.
Después de 4 horas andando buscamos una sombra para poder comer la merienda. Maya nos cuenta que había nacido y vivido en la cumbre de esta montaña durante sus tres primeros años de vida. Sus padres cultivaban estas tierras y vivían en una casita de piedra. Después de más de treinta años ya no había cultivos ni ninguna casa habitada. Pero se adivinaban todavía las terrazas hechas por los hombres que un día habían vivido en este paraje.
La bajada fue mucho más rápida, a pesar de que parábamos a menudo para recolectar plantas medicinales, frutas y flores. Esta vez bajamos por el camino correcto y la verdad es que, a pesar de que nosotras dos resbalábamos a menudo (llevando el «calzado adecuado»), fue mucho más fácil. Cuando nos acercábamos a Middle Supping nos desviamos por un pequeño sendero que nos condujo en medio de los campos hasta la casa de la familia de Krishna. Nos invitaron a un té y a unas galletas que estaban deliciosas.
Finalmente, hacia las 5 de la tarde nos pusimos en marcha de nuevo, con las piernas cansadas pero con la mente llena de imágenes inolvidables, de pequeños rincones de mundo que nunca olvidaremos.
P.D Querríamos agradecer a Marina su gran aportación en esta excursión. Mil gracias para atraer hacia ti todas las sanguijuelas. Gracias por tu altruismo, te lo apreciamos todos muchísimo!!
Escrito por Joana Alsina Vega, voluntaria de la casa de acogida.
Durante esta semana hemos estado fabricando algunos juegos. Love es el manitas del grupo y en ver cómo se las había ingeniado para hacer peonzas decidimos encargarle algunas cosas más. Una mañana le explicamos que nos gustaría hacer algunos aros, que nos podrían servir para muchas actividades. Se fue al taller y en un abrir y cerrar de ojos nos llevó uno de muestra. Era exactamente lo que queríamos!
Usamos los aros casi cada día. Los utilizamos como base para poder jugar al hacer ejercicios de psicomotricidad y de fútbol, como hula-hoops, y para muchas cosas más. Para hacerlos, Love cortó alambre para poder crear círculos y en cada uno de ellos juntó tres para que fueran más resistentes. Luego los unía por cuatro puntos con celo. Pero al utilizarlos por primera vez nos dimos cuenta de que cuando hacían de base en el campo de fútbol no los veíamos demasiado bien. Así pues fuimos a Hetauda a buscar cinta aislante de diferentes colores. Empezamos a dar vueltas y más vueltas con la cinta aislante hasta conseguir aros de color rojo y de color verde.
También hemos pintado algunas botellas de plástico, las hemos rellenado de tierra y hemos hecho bolos. No sólo las utilizamos con una pelota sino que también nos entrenamos a hacer puntería con los aros. Parece muy fácil pero en realidad no lo es. Como nos habíamos puesto a pintar aprovechamos para decorar las peonzas de madera. Cada niño pintó la suya con diseños y colores diferentes. Ahora cuando giran, los colores y las formas se mezclan, creando efectos especiales. Así que durante estas vacaciones tenemos más juegos para jugar.
Escrito por Joana Alsinavoluntaria de la casa de acogida
En Balmandir, a las seis de la mañana se prepara el té para los más grandes y se calienta la leche de búfala para los más pequeños. Cada día se consumen unos 5 litros de leche fresca, que durante el resto del año se terminan en un abrir y cerrar de ojos. ¡A la hora del estudio ya no queda ni una gota! Pero como algunos ya sabéis, estamos en unas fechas muy especiales y algunos de los más mayores se han marchado para celebrar el Dashain. Por esta razón cada día nos quedan unos cuantos litros de deliciosa leche de búfala. Hacer mozzarella nos pareció demasiado arriesgado, así que decidimos intentar hacer yogur.
Transformar la leche en yogur no es muy complicado. Sólo se necesita una ración de yogur de muestra – que permitirá transformar la leche-, un termómetro – para medir la temperatura de la leche y del agua – y una yogurtera. Aquí en Bhimphedi no tenemos ni yogurtera ni termómetro, pero decidimos intentarlo de todas formas.
Cada día cogemos dos litros de leche y la pasteurizamos. Una vez ya ha hervido, la dejamos enfriar al mismo tiempo que ponemos otra olla con agua al fuego, que hará la función de yogurtera. Una vez que la leche se ha enfriado un poco y creemos que está a 46 grados, añadimos un yogur y mezclamos, intentando que no queden grumos. Con un cucharón llenamos los vasos metálicos y los ponemos dentro de la olla al baño maría.
Cuando los tenemos todos dentro se tapa con un plato y para conservar el calor lo sellamos con cinta aislante. Una vez todo está listo lo envolvemos con una manta para guardar el calor durante toda la noche, como si fuera una yogurtera.
A la mañana siguiente, antes de hacer el té abrimos la olla y… ¡a ver qué nos encontramos! Como no tenemos termómetro un día los yogures son líquidos, otro día tienen grumos y de vez en cuando los yogures nos quedan como es debido. No nos gusta la rutina así que ya nos parece bien. Los guardamos en la nevera hasta que tenemos suficientes para todos los niños y cada tres días en Balmandir ¡hay yogur para merendar!