Miguel y Montse de Petit Món han venido a conocer el centro de acogida de Bhimphedi. Petit Món es una Fundación catalana que tiene un centro de acogida en Jorpati, Katmandú, llamado «Sano Sansar» entre otros muchos proyectos. Nos hace mucha ilusión que finalmente hayan podido venir a visitarnos, pero todavía nos llevan otra sorpresa. Por la noche, Miguel se transforma en Santa Claus! Aunque la Navidad no se celebra mucho en estas tierras, todo el mundo reconoce el personaje a primera vista y en un santiamén todo el centro se revoluciona. Aparecen niños de todas partes, corriendo, con una sonrisa enorme y se enganchan a Santa Claus.
Una vez estamos todos en la habitación, Santa Claus saca de su saco un vaso de papel transformado en contenedor de caramelos para cada niño, niña, didi y voluntario. Hay caramelos de todos sabores y hasta algún bombón! Este regalo fue preparado por la Seolmi, una chica coreana que vive en Nepal (Muchas gracias!).
Finalmente, cuando todo el mundo ya tiene sus caramelos, Santa Claus saca un último regalo de su saco: Un proyector! (donación de Andrea y Jordi desde Terrassa). Hay una gran ovación en la sala. Pero cuando se acaba la ovación, los niños más pequeños preguntan a los niños mayores en nepalí «¿Qué es un proyector?», Y cuando los niños mayores se lo explican llega la segunda ovación, ésta aún mayor.
Enseguida lo estrenamos con la película «Evasión en la granja», aunque el sonido no es muy bueno. Pero da igual, ninguno de los niños se pierde la primera película del nuevo cine del centro. No quitan la vista de la pantalla (una sábana blanca) hasta que llegan las palomitas.
Unos días más tarde ya tenemos el sistema preparado con buen sonido, preparado para proyectar la televisión, DVD, pendrive … Ahora cada sábado, el único día de fiesta de la semana (aparte de un sinfín de festivales y festividades) , veremos una película como si fuéramos al cine.
Tras la llegada de las gallinas y terminar de arreglar la puerta del gallinero los niños deciden que quieren ampliar aún más la familia: el sábado irán a buscar peces! Kul y un par de ayudantes se ponen a reparar las comedoras en la zona de los animales que harán la función de pecera.
Kul y Papu arreglando la otra comedora/pecera.
El sábado comemos el desayuno, que consiste en un plato enorme de arroz con jugo de lentejas y verduras de temporada (esta comida se llama Dhalbat y es lo que todos los nepalíes comen dos veces al día, y en el centro de acogida no somos una excepción), y montamos la expedición para ir a buscar los peces: 19 niños y niñas y dos adultos, ¿seremos suficientes para capturar algún pez?
En invierno en Nepal es la época seca, no llueve casi nada en medio año. Así que el río del lado de la casa de acogida no tiene agua, y vamos a unos 3 kilómetros, donde baja otro río con un poco de agua, y llega a una pequeña presa donde los niños están convencidos de que podrán encontrar peces, y de paso los chicos más grandes hacer una zambullida aprovechando el día soleado.
Los niños mayores se adelantan, y una vez llegamos al lugar Edu y yo, ya han capturado un par de pececillos. Después de una hora, ya tienen 10 peces y tres cangrejos. Ahora toca comer el picnic y volver a casa sin dejar ningún plástico en el suelo… esto será más difícil que recoger peces…
El cemento de la «pecera» aún no está seco, así que los peces se quedarán en un cubo por un día. Dejo el cubo en la puerta la habitación de los voluntarios, pero el día siguiente no está! Qué raro… Son las 7 de la mañana y voy a decir buenos días a los niños. Entro habitación tras habitación, algunas sonrisas y algunas caras incrédulas que ya sea hora de levantarse. En una de las habitaciones, sorpresa, me encuentro con el cubo con los peces. Un niño dice que fuera hace mucho frío por la noche… Está bien, pero hoy ya los ponemos en su pecera.
Finalmente el tiempo da la razón al niño… un día después de ponerlos en la «pecera» todos los peces están muertos! Algunos han saltado fuera del comedero, otros yacen inertes… Pequeño fracaso… ¿Por qué habrá pasado? Los niños hacen sus hipótesis: el agua estaba demasiado fría porqué en esta comedora no toca el Sol, o tal vez se debe poner una red para que no puedan saltar, o tal vez el cemento debía reposar más tiempo…
Decidimos que nos olvidamos del proyecto de los peces hasta que haga menos frío, pero por la noche ya tienen otra idea. «Esta idea sí que es buena!», Aseguran. Incluso una de las cuidadoras, Maya didi, se la ve animada. Tenemos que traer patos!
En la tercera terraza del huerto, la más grande de todas, la utilizamos para hacer tres tipos de cultivo durante el año. En julio plantamos trigo, en septiembre judías y en diciembre las patatas. Así que ahora tocan patatas!
Esta vez nos hemos propuesto cubrir más terreno que nunca con las patatas. ¿Lo conseguiremos? Primero hay que deshacerse de las enormes hierbas que ocupan todo el terreno. En los trozos donde habíamos cultivado anteriormente tenemos que sacar las cañas del maíz (aún están porque en una zona las usamos para que las judías pudieran trepar). En otros trozos, donde no se había cultivado tenemos que sacar todas las malas hierbas, y algunas son muy «malas» y te dejan las manos y la ropa llenas de pinchos.
El segundo paso es labrar. Así que tenemos que llamar el señor de los bueyes. Después de intentarlo durante unos días, finalmente una mañana aparece. Todo el mundo está contento! Pero a las doce ya tiene que irse hacia otro campo, y nos deja un trozo sin labrar… lo haremos nosotros, y sino ya lo ampliaremos cuando vuelva a venir el señor de los bueyes antes de plantar maíz en julio. En realidad ahora ya hace un buen efecto!
El sábado hay un grupo de niños que les toca trabajar en el huerto y amplían un poco la zona para plantar patatas. Todo el mundo está bastante satisfecho. De momento lo dejaremos así,
¿Es hora de plantar? No, necesitamos poner abono si queremos que crezcan bien las patatas… De momento podemos plantar unas cuantas con el adobo que nos queda de búfala que compramos hace unos días. Y una vez se nos acaba el abono, paramos y ponemos el aspersor. En abril ya podremos recolectar patatas si todo va bien!
Al día siguiente vamos en busca de abono, esta vez de gallina, es más caro, pero dicen que es más bueno. Por no pagar el transporte decidimos ir a recoger nosotros mismos. Después de caminar unos diez minutos llegamos a una casa hecha de barro y piedra (como muchas de las casas del pueblo), vamos a la parte trasera donde hay una granja de pollos. Más allá hay una pila de abono, cáscaras de arroz donde han cagado las gallinas. Los niños dicen que se necesitan 3 o 4 meses para conseguir este abono si se tienen gallinas. Nosotros también tendremos dentro de un tiempo.
Nos dan diez sacos y dos palas y a cargar. Todos los niños mayores han venido a ayudar. Cargan los sacos tanto como pueden, es el mismo precio! Incluso han venido dos de las trabajadoras del centro a animarnos, que bonitas que son (todos los niños les llaman «didi» que significa hermana mayor). La Maya didi es una mujer magnífica, muy dulce y siempre sonríe. No habla inglés pero cocina magníficamente, y cada vez que acabamos de comer y le decimos que la comida estaba buenísima ella dice sonriendo tímidamente «thank you». La Beli didi es la cuidadora que se queda a dormir en el centro para cuidar a los niños pequeños. Es muy energética, y su voz potente se oye desde todas partes. Las dos mujeres cuidan a los niños como si fueran suyos, las mejores «didis» que podríamos tener. Los niños y Amics del Nepal tenemos muchísima suerte de tener estas dos mujeres en la casa de acogida, cuidándose de los niños, de ayudar al cocinero, de que todo esté limpio, de ayudar a la trabajadora del huerto…
Vamos! A cargar un saco! Dos niños por cada saco. Como somos nueve niños y yo, podremos llevar cinco y mañana ya recogeremos los otros cinco. Ashok Siwakoti, el único chico que tenemos estudiando en clase 10, se ríe y dice que ni hablar, que llevarán este saco y volverán rápidamente a buscar otro. Y añade socarronamente «la cuestión es si tú también podrás volver a buscar el segundo saco…»
Una vez mi saco es listo, Rojan y yo tomamos un saco y nos ponemos en marcha. Un minuto más tarde ya cambiamos de posición… Después de diez minutos ya hemos probado de llebar el saco de las diez maneras que se nos ocurren y hemos demostrado que no hay ninguna buena… finalmente llegamos a la casa de acogida, y vaciamos el saco! Ha sido duro, pero lo hemos conseguido! Rojan y yo «chocamos esos cinco» y nos miramos con caras de satisfacción, y también para hacer tiempo y no volver aún a buscar el segundo saco.
Pero de repente… qué??? Vemos dos sacos con patas que vienen tranquilamente solos. Ya es medio oscuro y no llevo las gafas, pero finalmente los sacos ya están cerca y me quedo del todo sorprendido. Son las dos «didis», que llevan un saco cada una! aguantado con una cuerda que cargan en la frente (de esta cuerda la llaman «Namlo» en nepalí). No nos habían venido sólo a animar…
Las didis dejan los sacos en el suelo y me miran y sonríen. Yo no sé qué pinta debo hacer, con las manos en la espalda después del esfuerzo y la cara desencajada. El nano que ha llevado el saco conmigo dice: «Ellas de pequeñas siempre llevaban peso con estos utensilios, nosotros no podríamos… se necesita práctica». Yo todavía no me rehago de que Maya didi, una mujer de más de 50 años, se haya transformado en super-mujer y haya cargado, aparentemente sin esfuerzo, un saco de más de 50 kilos…
Ahora sí, ya podemos plantar patatas! El siguiente sábado el grupo de niños que ayuda en el huerto se pone a plantar patatas. Y después de unos días más con las didis, voluntarios y de vez en cuando algún niño y niña que apunta a ayudar, ya tenemos 1,000 metros cuadrados plantados de patatas!
Por todo el centro hay árboles de todo tipo: mimosas azules y rojas, mangos descomunales, lichis, limoneros, granados, una especie de manzanas / peras («aru» y «naspati»), plataneros… La manera más fácil de saber en qué época del año ha sido tomada una fotografía es mirar qué fruta lleva en la mano alguno de los niños. Ahora es tiempo de pomelos.
En la tercera terraza donde estamos plantando patatas y quemamos el desecho no orgánico, aún queda trecho por aprovechar. En ese terreno todavía sobreviven algunos limoneros y plataneros que plantó el pasado verano Ricardo, un super-voluntario del país vasco que ha estado trabajando para mejorar el huerto los últimos tres veranos. Tendremos que protegerlos mejor porque tenemos uno de los muros del centro tirado en el suelo, y por allí se cuelan continuamente cabras para comerse todo lo que encuentran. Pero ya lo solucionaremos!
Así que con los niños decidimos que pondríamos más árboles, para tener más frutas dentro de unos años. La sorpresa fue que un día que fuimos a Hetauda, al volver nos encontramos con una decena de círculos hechos de ladrillo para proteger los recién plantados mangos y «arus». Y junto a ellos un par de niños con una sonrisa de oreja a oreja: D: D
Una de las joyas del centro es su magnífico huerto. En total tiene unos 5.000 metros cuadrados que están divididos en cuatro terrazas diferentes. En las dos terrazas que quedan más elevadas (situadas al sur) cultivamos todo tipo de verduras para que acompañen a los dos platos diarios de arroz. Ahora en estas dos zonas del huerto podemos encontrar jengibre, coles, perejil, espinacas, ajos, calabazas…
Ahora es la hora de coger los planteles de cebollas y plantarlos, pero nuestro plantel de cebollas no ha crecido lo suficiente todavía, así que compramos en Hetauda de más creciditos, aprovechando una de nuestras visitas a la ciudad, y nos ponemos a plantar cebollas. Todo muy manual: cabamos, nos agachamos y sacamos las piedras y las hierbas, colocamos los planteles de cebolla a una distancia prudencial entre ellos y ponemos el aspersor un ratito. Tenemos la suerte de que en Bhimphedi no tenemos falta de agua ni siquiera en invierno, a pesar de ser época seca en Nepal.
Cuando ya hemos plantado todas las cebollas, yo tengo callos en las manos, pero las tres trabajadoras del centro les ha parecido poco, así que me dicen que cuando volvamos a Hetauda deberíamos traer más plantel de cebollas, tres veces más que la última vez , para poder terminar de llenar el trozo.
Para poder ir actualizando este blog, y para poder tener buena comunicación con la oficina de Amics del Nepal de Katmandú y de Barcelona, hemos decidido hacer llegar una línea de teléfono e Internet en el centro de acogida. Esto suena a nueva aventura!
Lo apuntamos en la lista de tareas a realizar por próxima vez que vayamos a Hetauda. El domingo 30 de noviembre vamos para allá.
Debemos llevar a Kamal a hacerse un «electro» por una pequeña arritmia que Paula, una doctora voluntaria que ha venido a Balmandir, le ha detectado. Dejamos a Paula y Kamal al hospital de Hetauda, y Papu, Edu y yo vamos en busca de la oficina de Nepal Telecom. Nada más salir del hospital le preguntamos a un conductor de un triciclo eléctrico. El señor se gira y nos señala el edificio de al lado. Efectivamente, allí está … Estas cosas pasan en Nepal.
Entramos y preguntamos que se necesita para poner Internet en nuestra casa de acogida. Necesitamos primero instalar la línea de teléfono fija y para que sea fácil conviene que nos lo gestione alguien con «nagrita» (DNI nepalí, que sólo tienen los nepalíes de más de 16 años). Bueno, pues ya volveremos la próxima semana con Ram, el cocinero del centro, que seguro que nos lo soluciona todo!
La semana siguiente volvemos a Hetauda para comprar las gallinas, y de paso intentar hacer la solicitud de insalación de teléfono fijo. Pero esta vez Ram viene con nosotros, así que seguro que irá mejor que la última vez. Primer error, los domingos (que en Nepal no es fiesta, sólo los sábados el servicio de contratación de Internet cierra a las 2h. Tenemos que ir rápido! En Nepal? Hahaha
Primero vamos al despacho numero 10. En aquel despacho llenamos un formulario, damos una fotocopia del DNI nepalés, foto de carné, huellas digitales y nos dice que tenemos que ir al despacho número 9, luego al 15, luego al 11, después a la taquilla para pagar y luego volver allí. ¿Os parece mucho? Pues eso no fue ni la mitad… llegamos a un despacho y no hay nadie, están tomando té. Después vamos a otro, y no hay nadie. Nos sentamos, esperamos, al cabo de un rato viene un señor y nos dice que en este despacho no es necesario que vayamos directamente al despacho número 15.
Cruzamos otra puerta, y está lleno de cables y conexiones. ¿Estamos dentro del sistema de teléfonos fijos de la comarca? Nos hemos equivocado de puerta? No, al fondo de la habitación hay una una chica detrás de una mesa que nos invita a sentarnos. En el siguiente despacho nos dicen que ya son las dos y que volvamos mañana… «Pero venimos de Bhimphedi… no nos lo puede hacer ahora?» El señor se enfada un poco… Papu argumenta que para estos dos extranjeros será demasiado hacer el trayecto Bhimphedi-Hetauda dos días seguidos. El señor refunfuña pero nos hace la solicitud. Después de haber ido a unos 6 o 7 despachos diferentes 4 o 5 veces, nos dicen que por hoy ya es suficiente. En unos cinco días nos llamarán y tendremos que volver a Hetauda, a comprar cable telefónico, un teléfono, un router y pagar el primer mes. Entonces los instalaladores vendrán con nosotros hacia Bhimphedi. Suena relativamente sencillo… Ya os explicaremos 😛
Hetauda es una ciudad a unos 20 kilómetros al sur de Bhimphedi. Bhimphedi está todavía en la zona montañosa, pero Hetauda ya está en la entrada de las planicies del sur de Nepal. De estas zonas planas, que en algunas regiones todavía se conserva selva con elefantes y algún tigre, la llaman Terai. Para recorrer estos 20 kilómetros tomamos el bus de las 8h, y en poco más de una hora ya hemos llegado a Hetauda. Nosotros somos unos afortunados, porque Bhimphedi es la primera parada del bus, así que podemos sentarnos (aunque las rodillas chocan con el asiento de delante, y eso que no somos muy altos…). Sentados en el autobús hay unas treinta personas, pero en el pasillo hay unas treinta más… cuanto más gente entra más cómodos parecen nuestros asientos. El revisor se pasea entre la multitud cobrando los pasajes, nadie hace mala cara! Esto es el día en día, «ke garné» (expresión nepalí que quiere decir: «que le vamos ha hacer» o «es lo que hay»).
Después de caminar unos quince minutos desde la parada de autobús, llegamos a la «tienda» de gallinas. Allí primero nos enseñan unos pollitos, pero dicen que están todos encargados … En todo caso no queremos polluelos, porque nos costaría meses que crecieran y dieran huevos, además del riesgo de que se nos mueran en las noches frías. Después nos enseñan otros de la medida perfecta. Pero después de un rato nos dicen que son sólo para carne. ¿Por qué no pueden servir para dar huevos? Son machos… Parece que hoy no lo conseguiremos…
Pero cuando finalmente parecía todo perdido, nos llevan a otra casa, y premio! Tienen gallinas jóvenes, de unos tres meses, sólo les falta un mes para poner huevos, y se las ve grandes y fuertes. Muy grandes… Nos llevamos diez! Y nos las cobran a dos euros el kilo. Las atamos por las patas, las pesamos y nos las llevamos.
En la caseta de al lado nos venden el pienso, lo ponemos todo en un triciclo eléctrico, y hacia la parada del bus! Las pobrecitas gallinas todavía les falta sufrir bastante hasta llegar a su nueva casa, pero una vez allí tendrán un par de años para ser felices, estar bien cuidadas y dar huevos para nuestros niños.
Tras dejar las gallinas cerca de la estación de autobuses nos vamos a hacer unas cuantas compras. Hay que aprovechar los días que vas a la ciudad. En el molino de arroz compramos tres sacos de cascarilla para que las gallinas estén bien cómodos. Vamos a arreglar la ensulfatadora, compramos plantel de cebollas y vamos a la oficina de Hetauda de Nepal Telecom para pedir que nos pongan línea de teléfono e Internet en el centro, pero eso ya es otra historia…
Por último, vamos hacia la parada de autobús, cargamos las gallinas y los sacos a la vaca del autobús, nos sentamos en nuestros asientos reservados, y después de una hora, con algún que otro bache (pobres gallinas… ¿llegarán vivas?) llegamos a Bhimphedi después de un largo día en la ciudad, sin haber tenido tiempo ni siquiera de comer (ni nosotros ni las gallinas). En la «parada» del bus en Bhimphedi ya nos esperan 7 niños todo expectantes, preparados para ayudarnos con toda la carga y llevarla hacia el centro de acogida. En la puerta del centro, las niñas y los niños más pequeños nos reciben con gritos the «kukhura aayo!», Las gallinas han llegado!
Y las gallinas llegan al gallinero sanas y salvas. Kush les lleva agua con azúcar para que se vayan recuperando poco a poco, y les ponen pienso para que coman cuando se vean con fuerzas. La linterna de Edu se queda encendida el gallinero esta noche. A partir de mañana ya empezaremos con la rutina. Y esperamos que en un mes empiecen a darnos huevos!
Todo el mundo está muy contento con el éxito de la misión. Kul, uno de los chicos más activos del centro, nos asegura que terminarán de arreglar el gallinero con más cemento. Y los niños más pequeños del centro, que están muy ilusionados con la nueva «granja», ya están pensando en el próximo proyecto! Pero aún no os adelanto nada…
Noooo! Tenemos un pequeño ataque de «urush» (un tipo de bichito) en la habitación de las niñas. Inmediatamente las niñas se cambian de habitación y desinfectamos la habitación. Aprovecharemos ahora que está vacía para pintar! Y de paso también pintaremos la habitación de los niños pequeños que hace tres años que la pintamos por última vez y ya le toca. Los niños dicen que vamos a hacer una «fiesta de la pintura»! Afortunadamente, Arun, uno de los chicos que dejó el centro hace un par de años y está estudiando segundo de bachillerato en Hetauda, vendrá los sábados por ayudarnos a pintar (había trabajado un tiempo pintando paredes del año pasado).
Y sin duda acaba siendo una fiesta de la pintura. Algunos de los chicos más grandes, como Sujan, Jay (que ahora se ha cambiado el nombre a Anish … aquí antes de clase 10 muchos de los niños tienen la costumbre de cambiarse el nombre, muy confuso…), Papu y Ashok se ponen a pintar con Arun. Y en dos días tienen las dos habitaciones limpias y bien limpias y pintadas y bien pintadas. Qué buena fila que hacen las habitaciones ahora!
La habitación de los niños pequeños está tan limpia y huele tan bien que incluso Tomi, uno de los perros del centro, se cuela en la habitación de los niños pequeños cuando no lo ve nadie para hacer una siesta (le cae una buena bronca… no lo repetirá…).
Edu, el voluntario que tenemos estos meses en Bhimphedi, ha traido de Barcelona unas fundas de cama de primera calidad. Genial! porqué los más pequeños a veces se hacen pipi, y los plásticos que poníamos antes los niños los quitaban a media noche. Así que la Beli didi tenía mucho trabajo en limpiar cada mañana. Con estas fundas que absorben el pipi todo el mundo está muy contento, los niños, y la didi.
Ahora todos los niños quieren que pintemos sus habitaciones… «bistarai, bistarai» (despacio, despacio) les decimos.
Antes que vengan las gallinas debemos tener su casa preparada. Ya tenemos un espacio que será muy apropiado en el extremo norte de nuestras tierras. Hay tres casetas donde en algún momento habían vivido unos cerdos. Dos de ellas están bastante destrozadas, pero una se mantiene en pie, como si fuera el cuento de los tres cerditos. Al lado hay otra caseta, un poco más grande, que sólo le falta la puerta y varias pequeñas reformas. Nos hemos decidido que de momento utilizaremos esta caseta de unos 5 metros cuadrados para alojar nuestras futuras gallinas! Así que nos ponemos manos a la obra!
Edu, con la ayuda inestimable de Papu, comienza a construir una puerta de la nada. Con una cama vieja, un martillo y unos cuantos clavos oxidados coloca milagrosamente el marco de la puerta. Después, con unas láminas de madera y un trozo de tela metálicalica que había en el almacén consiguen hacer una puerta a prueba de zorros y esperamos que también sea a prueba de niños… porque del más pequeño al más grande no se pierden detalle de la evolución de la empresa, y algunos niños son bastante curiosos y a veces algunas cosas a su alrededor se rompen misteriosamente.
Los chicos grandes, con muchas ganas de colaborar en el proyecto, sacan del almacén un saco de arena y un saco de cemento que habían sobrado de antiguas reparaciones. Y empiezan a hacer mortero para sellar el marco y poner algún parche en la caseta de las gallinas.
Mientras tanto, Edu que ya le ha cogido el gusto a trabajar con clavos oxidados, láminas de madera y sillas destartaladas, construye dos cajas donde las gallinas se sentirán muy seguras y podrán poner los huevos.
Aprovechando que vamos a Hetauda, la ciudad más cercana al pueblo, para llevar a un niño a hacerse una prueba médica y comprar todo de materiales que necesitamos, aprovechamos para comprar un comedero y un dispensador de agua. El gallinero ya está prácticamente listo!