Patatas y mas patatas

En la tercera terraza del huerto, la más grande de todas, la utilizamos para hacer tres tipos de cultivo durante el año. En julio plantamos trigo, en septiembre judías y en diciembre las patatas. Así que ahora tocan patatas!

Esta vez nos hemos propuesto cubrir más terreno que nunca con las patatas. ¿Lo conseguiremos? Primero hay que deshacerse de las enormes hierbas que ocupan todo el terreno. En los trozos donde habíamos cultivado anteriormente tenemos que sacar las cañas del maíz (aún están porque en una zona las usamos para que las judías pudieran trepar). En otros trozos, donde no se había cultivado tenemos que sacar todas las malas hierbas, y algunas son muy «malas» y te dejan las manos y la ropa llenas de pinchos.

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Beli y Maya desaciendose de las malas hierbas.

El segundo paso es labrar. Así que tenemos que llamar el señor de los bueyes. Después de intentarlo durante unos días, finalmente una mañana aparece. Todo el mundo está contento! Pero a las doce ya tiene que irse hacia otro campo, y nos deja un trozo sin labrar… lo haremos nosotros, y sino ya lo ampliaremos cuando vuelva a venir el señor de los bueyes antes de plantar maíz en julio. En realidad ahora ya hace un buen efecto!

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Basu guiando a los bueyes.

El sábado hay un grupo de niños que les toca trabajar en el huerto y amplían un poco la zona para plantar patatas. Todo el mundo está bastante satisfecho. De momento lo dejaremos así,

¿Es hora de plantar? No, necesitamos poner abono si queremos que crezcan bien las patatas… De momento podemos plantar unas cuantas con el adobo que nos queda de búfala que compramos hace unos días. Y una vez se nos acaba el abono, paramos y ponemos el aspersor. En abril ya podremos recolectar patatas si todo va bien!

Al día siguiente vamos en busca de abono, esta vez de gallina, es más caro, pero dicen que es más bueno. Por no pagar el transporte decidimos ir a recoger nosotros mismos. Después de caminar unos diez minutos llegamos a una casa hecha de barro y piedra (como muchas de las casas del pueblo), vamos a la parte trasera donde hay una granja de pollos. Más allá hay una pila de abono, cáscaras de arroz donde han cagado las gallinas. Los niños dicen que se necesitan 3 o 4 meses para conseguir este abono si se tienen gallinas. Nosotros también tendremos dentro de un tiempo.

Nos dan diez sacos y dos palas y a cargar. Todos los niños mayores han venido a ayudar. Cargan los sacos tanto como pueden, es el mismo precio! Incluso han venido dos de las trabajadoras del centro a animarnos, que bonitas que son (todos los niños les llaman «didi» que significa hermana mayor). La Maya didi es una mujer magnífica, muy dulce y siempre sonríe. No habla inglés pero cocina magníficamente, y cada vez que acabamos de comer y le decimos que la comida estaba buenísima ella dice sonriendo tímidamente «thank you». La Beli didi es la cuidadora que se queda a dormir en el centro para cuidar a los niños pequeños. Es muy energética, y su voz potente se oye desde todas partes. Las dos mujeres cuidan a los niños como si fueran suyos, las mejores «didis» que podríamos tener. Los niños y Amics del Nepal tenemos muchísima suerte de tener estas dos mujeres en la casa de acogida, cuidándose de los niños, de ayudar al cocinero, de que todo esté limpio, de ayudar a la trabajadora del huerto…

Vamos! A cargar un saco! Dos niños por cada saco. Como somos nueve niños y yo, podremos llevar cinco y mañana ya recogeremos los otros cinco. Ashok Siwakoti, el único chico que tenemos estudiando en clase 10, se ríe y dice que ni hablar, que llevarán este saco y volverán rápidamente a buscar otro. Y añade socarronamente «la cuestión es si tú también podrás volver a buscar el segundo saco…»

Una vez mi saco es listo, Rojan y yo tomamos un saco y nos ponemos en marcha. Un minuto más tarde ya cambiamos de posición… Después de diez minutos ya hemos probado de llebar el saco de las diez maneras que se nos ocurren y hemos demostrado que no hay ninguna buena… finalmente llegamos a la casa de acogida, y vaciamos el saco! Ha sido duro, pero lo hemos conseguido! Rojan y yo «chocamos esos cinco» y nos miramos con caras de satisfacción, y también para hacer tiempo y no volver aún a buscar el segundo saco.

Pero de repente… qué??? Vemos dos sacos con patas que vienen tranquilamente solos. Ya es medio oscuro y no llevo las gafas, pero finalmente los sacos ya están cerca y me quedo del todo sorprendido. Son las dos «didis», que llevan un saco cada una! aguantado con una cuerda que cargan en la frente (de esta cuerda la llaman «Namlo» en nepalí). No nos habían venido sólo a animar…

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Santamaya y Manoj, el más pequeño de la casa de acogida, repartiendo el abono que hemos traido en sacos por todo el campo.

Las didis dejan los sacos en el suelo y me miran y sonríen. Yo no sé qué pinta debo hacer, con las manos en la espalda después del esfuerzo y la cara desencajada. El nano que ha llevado el saco conmigo dice: «Ellas de pequeñas siempre llevaban peso con estos utensilios, nosotros no podríamos… se necesita práctica». Yo todavía no me rehago de que Maya didi, una mujer de más de 50 años, se haya transformado en super-mujer y haya cargado, aparentemente sin esfuerzo, un saco de más de 50 kilos…

Ahora sí, ya podemos plantar patatas! El siguiente sábado el grupo de niños que ayuda en el huerto se pone a plantar patatas. Y después de unos días más con las didis, voluntarios y de vez en cuando algún niño y niña que apunta a ayudar, ya tenemos 1,000 metros cuadrados plantados de patatas!

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Algunos de los niños que ayudan el sábado a plantar patatas.
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Binita hoy también ha venido a ayudar un ratito a las didis y a Edu.
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1,000 metros cuadrados de patatas!