Un cuento de Navidad: El niño que sobrevivió

Escrito por Cristina Morales, miembro de la Junta Directiva de Amics del Nepal, con la colaboración de Miquel Comas y Daniel Roig.

Dibujos realizados por Ramesh Syantang, niño de 14 años de la casa de acogida de Bhimphedi, que ha convivido más de 10 años con Jay.

Jay tiene una sonrisa que te atrapa y ya no te deja, te rodea y te lleva hasta la nube más alto, cielo allá…

Ahora ya es uno de los grandes en la casa, donde se hace querer por todos: ayuda a la cocina, los más pequeños, siempre listo para jugar al fútbol, más que para hacer deberes… con un aire despistado, de veces parece que juega a hacer ver que no sabe si va o si ya vuelve; no habla mucho, pero su mirada es noble como el agua de los ríos del Himalaya.

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Jay con un amigo, estudiando, jugando y durmiendo en el templo de los niños de Bhimphedi.

Llamarse Balak no le gusta a Jay. No es su apellido, pero es el nombre que la policía le dio cuando lo encontró, significa «niño», y significa que la persona que lo lleva no tiene origen ni casta conocidos, es un estigma… Por eso decidió cambiarse el nombre y se puso Anish Rana

A veces, Jay/Anish se pregunta por qué vive desde hace 14 años en Balmandir, la casa de acogida de niños y niñas, en Bhimphedi. Algunas noches, mientras escucha las confidencias y risas de las cuidadoras, que trajinan con los utensilios en la cocina cuando todo el mundo casi duerme, mira el cielo limpio y lleno de estrellas cercanas, y sueña despierto: en algún lugar, quizá en las montañas, a lo mejor en las llanuras calurosas del Terai, ahora mismo hay una mujer que mira el mismo cielo nepalí, recordando un hijo que perdió hace tanto tiempo…

Jay se ha hecho mayor, ha llegado la hora de dejar la casa e iniciar una nueva vida. Lleva con él el regalo de la solidaridad: una educación, una infancia en un entorno de seguridad, de alimentación apropiada, de cuidado personal, afectos, amigos, y una clase diferente de familia: la de Amics del Nepal, que trabaja, con la ayuda de tantas personas de buena fe, para que Jay y tantos como él tengan más oportunidades en el futuro.

Como condición para poder integrarse en la sociedad, y encontrar mejor trabajo para ser independiente, hay que hacerse el carné de identidad nepalí. Sin saber cuáles son los orígenes de una persona, este proceso es muy complicado. Jay/Anish lo tiene muy difícil para poder conseguir su DNI…

Rebuscando por los lejanos recuerdos aún guardados en su memoria, de repente, un día de este otoño, Jay/Anish pudo decir al director de la casa de acogida, Krishna, un nombre que le recordaba su lugar de origen: “…laghara…”.

Y con este nombre, Krishna, decidió lanzarse a la aventura de ir a todos los pueblos que tuvieran un nombre parecido a «Laghara» próximos al cuartel donde lo encontraron pequeño, para intentar la arriesgada y alocada tarea de encontrar algún familiar del chico. Horas y horas de autobús, tres días frenéticos de visitas a oficinas de policía, de preguntas a personas de las diferentes comunidades, a oficiales de las administraciones locales…

Una noche, una familia de un pueblo a tres horas caminando, llega al cuartel de policía. Han oído las noticias de este joven reencontrado. ¿No será el hijo que perdieron hace 14 años mientras acompañaba a su madre a cortar hierba para la búfala?

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Jay, gracias al director de la casa de acogida de Bhimphedi, Krishna Pudasaini, se reencuentra con su familia en el lejano oeste.

Las marcas detrás de la oreja y en la mano no engañan, tampoco las facciones… es un milagro! toda la familia se pone a llorar de alegría. ¡Al día siguiente más y más gente del pueblo viene a la comisaría para ver con sus propios ojos el niño que sobrevivió!

Hace 14 años, una madre salió con su hijo de 3 años para ir a cortar hierba para su ganado. Es un trabajo muy común en Nepal, todo el mundo que lo ha visto ha quedado desconcertado observando las mujeres nepalíes cargando con el frente montañas de hierba y subiendo camino arriba como si no fuera un trabajo sobrehumano… El nombre de este niño que acompañaba su madre era Dipendra Malla, hijo de Jay Malla.

Pero ese día sucedió un hecho inesperado que cambiaría la infancia de este niño. En un momento de distracción, ¡perdió de vista a su madre! El niño caminó y caminó, pero no la volvió a encontrar a su madre. Finalmente llegó a una zona urbana, donde la policía lo recogió, pero él sólo fue capaz de decir: «Jay»…

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Jay, después de perderse en el bosque, caminó y caminó hasta que llegó en una zona urbana dónde hay una caserna de policía.
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La policía lo recogió de la calle.

Su familia lo estuvo buscando durante semanas, pero finalmente tuvieron que aceptar la trágica «realidad», su hijo estaba muerto. No tenía sentido seguir buscando, y mucho menos ir a la ciudad, a tres horas de camino, para hablar con la policía, en aquella época había una guerra civil entre los gobernantes y los maoístas, y moría tanta gente…

La policía etiquetó a Jay como niño abandonado, le puso el apellido «Balak», pusieron anuncios en los periódicos pero nunca fue reclamado, por lo tanto fue trasladado a la casa de acogida de Bhimphedi, donde ha vivido durante 14 años bajo la tutela de NCO y Amics del Nepal.

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Al no recibir ninguna respuesta al buscar su familia, lo dejaron en la casa de acogida de Bhimphedi.

Pero ahora, en un día cualquiera de otoño, parece que la vida ha querido premiar la firme decisión de los responsables de la casa de acogida de ayudar en Jay/Anish/Dipendra a encontrar su origen, y el chico de sonrisa cautivadora ha pasado de ser huérfano a tener madre, padre, dos hermanos y una hermana y tíos, primos… todos muy felices y sorprendidos del evento!

Dos meses después de ese día, Jay ya tiene DNI, se llama Anish Malla, y está haciendo todos los pasos para poder corregir la información en el certificado de la ESO e incluso ha estado a tiempo de inscribirse para estudiar primero de bachillerato en la ciudad más cercana al pueblo de su familia.

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Jay ha encontrado sus padres.

Este cuento de Navidad es una historia real, que se añade a otras que hablan de niños y niñas, chicos y chicas, como la Susmita Syantang, la Bipana Khadka, o los hermanos Som y Ramesh Thami, que, gracias a la incansable labor de los responsables de Balmandir-Bhimphedi-Amics del Nepal, han conseguido el regalo más importante: reencontrar sus raíces, reconciliarse con sus orígenes y ser personas únicas, importantes y queridas por su familia.

En nombre de todo el equipo de Amics del Nepal os deseamos lo mejor para esta Navidad 2016, y que el año nuevo sea feliz y solidario.

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Jay hará volar un cometa cielo arriba.
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Jay uniformado para ir a la escuela, en su último año de secundaria obligatoria.
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Jay liderando su grupo en un juego de equipos en la casa de acogida.
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Y con la cara llena de harina después de una prueba del juego.
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Cargando con algunos de los hermanos pequeños de la casa de acogida.
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De escursión por las montañas de Bhimphedi.
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Ayudando con trabajos en la casa de acogida.
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Con una «tica» celebrando un festival nepalí.
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Cuando acabó la educación obligatoria trabajó de cocinero y también en el proyecto de construcción antiseismica Awasuka.