Escrito por Joana Martínez, voluntaria de la casa de acogida de Bhimphedi del 4 de mayo de 2016 al 30 de agosto de 2016. Texto para la Memoria de actividades 2016 de Amics del Nepal, puedes ver toda la memoria aquí.
Hay un lugar en el mundo que pocos mortales conocen y donde sólo algunos privilegiados han podido llegar. Las montañas que lo custodian a modo de fortaleza son grises e inhóspitas durante la estación seca, ofreciendo un panorama letárgico a todo aquel que se pasea. De repente el cielo se vuelve fiesta, y como un despertador ruidoso hace revivir las montañas y los campos extendiendo paulatinamente una manta de agua por todo. En pocos días el gris y el marrón se vuelven de un verde brillante, los arroyos empiezan a resucitar, los campos de maíz crecen imparables a palmo por día y los capullos de las antiguas orugas eclosionan en mariposas tan espectaculares que bien podrían confundirse en animales mitológicos.
Hay un lugar en el mundo donde reina la parsimonia y la improvisación, donde los horarios y los planes pierden toda vigencia, obligando a los forasteros a desarrollar el sentido de la paciencia a un nivel profesional. Ke garné!
En este lugar de colores llamativos, las horas transcurren plácidamente y a menudo demasiado deprisa entre té y té, entre ritmos de bollywood que brotan de la radio a todo trapo y el aroma del incienso que cada mañana honra las infinitas divinidades que se encargan de mantener la armonía del lugar.
Con los pies siempre mojados caminas a través de los campos o calle arriba, entre hombrecillos forzudos que empujan carros pesados y cabras que parecen caballos. El autobús que lleva la leche llega y distribuye su cargamento a las mujeres de la villa, que aprovechan la ocasión para chismorrear, riendo y gritando con su característica y entrañable estridencia. Al otro lado de la calle empiezan a desfilar decenas de muchachos repeinados y uniformados de un blanco milagroso camino a la escuela, y también decenas de adolescentes también uniformados y cuidadosamente despeinados camino al instituto.
Hay un lugar en el mundo donde los profesores hacen más novillos que los alumnos y donde cada pequeño acontecimiento es motivo de celebración. A media tarde los estudiantes vuelven a casa todo deshaciéndose la corbata y quitándose la camisa por fuera del pantalón de pinza. Es hora de reencontrarse con la familia. En este rincón del mundo habita más numerosa de todas, una familia donde los hermanos y hermanas se cuentan por decenas. Su hogar es un templo en medio del valle, aunque no esperéis encontrar el misticismo y la tranquilidad propios de un lugar sagrado… ¡nada más lejos de la realidad! Cuando te adentras en este templo, a menudo podrás contemplar algunos de sus jóvenes habitantes subidos por los árboles a más de diez metros de altura haciendo caer los sabrosos frutos de la primavera o encima de los tejados, dentro de los depósitos de agua que necesitan una sencilla y pasajera reparación. Sí, sí, existe un lugar en el mundo donde los niños corren y saltan y trepan sin la ayuda de ningún adulto y sin superficies blandas y seguras donde aterrizar. Y caen, y se rasguñan y se hacen daño a veces, pero no pasa nada, al contrario, por qué estos hombrecitos y mujercitas adoran todo lo que se puede encontrar dentro de un simple botiquín y el susto del momento enseguida se transforma en emoción con la primera gota de Betadine y el olor a desinfectante de manos.
Entre ruidosas carcajadas y gritos, las hermanas y hermanos se cuidan unos de otros con delicadas palabras… o bien a collejas! Su espontaneidad y sinceridad implacable os hará sentir las personas más especiales del universo o os hundirá en la más cruel de las miserias. ¡Nada se les escapa a estos pequeños letrados!
Podréis encontrarlos por todo el templo tocando la guitarra, ensayando la coreografía del último megahit del momento, practicando complicados trucos de magia, cocinando plantas silvestres, plantando calabazas, ayudando a traer al mundo nuevos cabritos o reparando cualquier (y cuando digo cualquier es cualquier) artefacto. Y es que los miembros de esta peculiar familia poseen infinitas habilidades. También se los puede encontrar con cara aburrida en el aula de estudio, memorizando y repitiendo la lección como loros, o en los momentos más críticos, directamente dormidos por el suelo. Pero si de verdad deseáis asegurar la jugada y encontrarlos sin pérdida, ¡buscad una pantalla! Ordenadores, móviles, televisores… la pantallamania es la adicción más poderosa que sufren estos chiquillos.
Después de tanta excitación llega la hora de dormir. Las amorosas e increíbles madres pasan revista vigilando que ningún avispado se fugue de lavarse los dientes, mientras los mayores se agrupan en las habitaciones y comentan con total secretismo cuál es la chica más encantadora del instituto. Después, muy temprano, todos caen rendidos, de dos en dos, de tres en tres, bajo los ventiladores de las calurosas habitaciones del templo. La paz vuelve a reinar por unas horas bajo el impresionante cielo estrellado de este pueblo.
Hay un lugar en el mundo que posee una magia extraña que te impide de marcharte. Un lugar donde el vacío que te queda mientras te alejas sólo se puede llenar cuando un día cualquiera, meses más tarde, te despiertas y te das cuenta que todos los recuerdos son reales, que tú fuiste uno de los pocos mortales que tuvieron el privilegio de llegar a Balmandir, Bhimphedi.