Escrito por Joana Alsina, voluntaria de la casa de acogida de Bhimphedi.
El sábado en Nepal los niños no van a la escuela. Ese día, en Balmandir por la mañana se hacen las tareas comunes. Un grupo prepara la comida del mediodía, otro ayuda en el huerto y el último limpia a fondo la cocina. Por la tarde tenemos tiempo libre y los niños juegan, se bañan, utilizan los ordenadores…
Los más pequeños querían hacer una excursión y después de comer decidimos que era un buen momento para salir a dar un paseo. Los más grandes se quedaron a estudiar porque están en período de exámenes. Con Manisha, Xavi y todos los niños de la escuela primaria salimos de Balmandir hacia las tres. Nuestro destino; la canalización de la central hidroeléctrica que se encuentra detrás de la montaña de enfrente, donde hay el “peepal tree” (una preciosa higuera religiosa). Hacía mucho tiempo que no iban allí y algunos de ellos, como Purnima, Samir y Sarita no habían estado nunca antes.
Subimos hasta el árbol sagrado y como siempre nos paramos a contemplar las vistas sobre Bhimphedi. Algunos de ellos subieron al árbol pero rápidamente nos fuimos porque querían continuar el camino. Tenían muchas ganas de bajar al río que se encuentra en el siguiente valle.
Los niños fueron rápido montaña abajo, pero los voluntarios nos paramos a menudo porque Sumit nos fue enseñando muchas de las plantas que nos encontrábamos por el camino. Castañas, helechos… Al llegar abajo nos encontramos a los niños pescando, con los pies y las manos dentro del agua. Pero esta vez no eran pequeños peces sino cangrejos de río. Lástima que Tonyo ya se haya marchado porque habríamos hecho un arroz para chuparse los dedos…
Al cruzar el río encontramos rápidamente la enorme tubería con las escaleras al lado y empezamos a subir las escaleras. Desde abajo no se veía donde acababa la canalización y a pesar de que fuimos subiendo durante rato no llegamos nunca a ver el final.
Mientras subían algunos contaban las escaleras (mientras aseguraban que había 1100 en total), otros hacían música con el eco de la canalera y los más osados subían cuesta arriba sin utilizar las escaleras. Cuando habíamos subido casi tres cuartas partes nos dimos cuenta de que se nos estaba haciendo tarde, y decidimos volver a casa.
La bajada fue más rápida, sobre todo para los niños que bajaron las escaleras corriendo. Cuando llegamos abajo nos los encontramos jugando. Con unas botellas de plástico se habían fabricado unos trineos y estaban haciendo carreras. Ya os podéis imaginar a quién de ellos se le rompieron los pantalones…
El camino de vuelta fue muy rápido. Ya no nos parábamos a ver plantas ni a pescar cangrejos y en un abrir y cerrar de ojos nos encontrábamos encima de la carena. Al bajar de la montaña se estaba poniendo el sol y cuando llegamos a Balmandir la cena ya estaba lista.