La aventura “tiendas de campaña”

Puedes leer el post anterior llamado: «Después de caerse hay que levantarse».

Nos despertamos a las 5:45 y nos preparamos para la reunión de las 6 a.m. (tiempo nepalí), con el teléfono en el bolsillo y delante del primer té del día nos disponemos a esperar. Nos acabamos el té, hacemos una reunión con los niños para organizar el día, ya son les 6;45 y todavía no nos llaman…

Laura y yo salimos del centro y vamos a un “bar” que hay delante de la casa de Ram y Anju para darles un poco más de margen. Nos tomamos el segundo té del día. Ya son las siete y a pesar que no nos han llamado decidimos llamar a la puerta

Nos abre un mujer, debe ser la hermana de Anju porque se parece mucho a ella. Estos días tienen mucha familia que ha venido de Katmandu a refugiarse con ellos (más de medio millón de personas han salido de la capital para evitar los problemas de falta de agua, comida o el aumento de casos de enfermedades como el cólera), y duermen todos juntos en el patio trasero por el miedo a que haya otro terremoto.

Finalmente aparecen Ram y Anju, “Ya son las siete?” nos preguntan. Los dos han estado toda la noche despiertos atendiendo a una señora que sufría un ataque de ansiedad. En la práctica, Ram, a pesar de ser farmacéutico, acaba haciendo la función de médico del pueblo siempre que no haya ninguno (hecho que pasa a menudo). Llaman a la persona con la que nos teníamos que encontrar a les 6 y dice que está en casa a punto de salir…

Vamos hacía el pueblo con Ram para comenzar a coordinar el transporte y contactar con alguna tienda de Hetauda para saber si tendrán suficientes tiendas de campaña. Todas estas llamadas, las hacemos naturalmente desde uno de los “bares” del pueblo, con el tercer té del día en la mano a las 8 de la mañana, como continuemos así …

Llega el hombre con el que habíamos quedado a las 6, también se pone a llamar. No parece que nada avance mucho… Ram nos dice que vayamos hacía la casa de acogida para prepararnos para el trayecto, y que ya nos llamará cuando tengamos el transporte preparado.

Estamos en la casa de acogida, son las 9:30 y todavía no hemos recibido ninguna llamada… No sé si lo conseguiremos hoy… Pues si hace falta vamos en autobús, decidimos Laura y yo… Así que vamos a recoger a Anju y volvemos hacía el pueblo. Allí nos encontramos con Ram enganchado al teléfono intentando coordinar alguna cosa… “Ram, ya son casi las 10 h, nos vamos en autobús…” le decimos. En Nepal, muchas veces las cosas van a un ritmo diferente que pone a prueba tu paciencia, pero de repente pueden pasar cosas sorprendentes y extraordinarias. Ram nos mira y dice que el transporta ya está de camino. Inicialmente querían conseguir un jeep de la compañía hidroeléctrica, pero no había sido posible… así que habían estado haciendo gestiones para obtener otro transporte.

De repente llega un jeep del ejército con dos militares, que bajan y nos abren para que entremos y nos ponemos en marcha hacía Hetauda. Había ido a Hetauda en autobús, en el capó de un autobús, en coche, en moto… pero Nepal siempre tiene sorpresas. En media hora ya hemos llegado a Hetauda, no sin pasar un poco de miedo, y hacer apartarse de nuestro camino a una docena de coches.

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El primer paso es intentar conseguir sacar el dinero del banco. No llevo encima ni el pasaporte ni el talonario de cheques (que se han quedado en Katmandú), pero somos dos blanquitos con dos militares a nuestro lado, así que los del banco no nos ponen ninguna pega.

El segundo paso es ir a los establecimientos a preguntar cuántas tiendas tienen de 4,5 x 5,5 metros. Ninguno de los establecimientos tiene muchas… y los precios parecen caros… mientras todos dudamos que hacer, el militar que conducía el jeep dice de forma enérgica: “Tenemos un coche, todo el día por delante (son las 12 h) y una misión. Vamos a la India donde seguro que tendrán tiendas y nos saldrán más baratas y por tanto podremos comprar más y ayudar a más gente!”.

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Maravilloso, rápidamente todos cogemos energía y entramos corriendo al jeep. Y una hora y media más tarde ya estamos en Birgunj en la frontera con la India y nos hemos hecho muy amigos de los militares. Nos damos cuenta que también estaban en la pista de básquet, con el ministro. Y tienen opiniones muy interesantes sobre muchos temas. El conductor va a un ritmo diferente (no sólo conduciendo), es enérgico y apasionado, con muchas ganas de ayudar. El copiloto es muy simpático, y conoce a todo el mundo, una vez que hemos llegado a Birgunj ya nos esperan dos amigos suyos para ayudarnos con nuestra misión. Extraordinario!

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Preguntamos en los establecimientos de la ciudad pero en todos las tiendas están agotadas… así que tenemos que cruzar la frontera. Paramos en un hotel y Laura y yo bajamos del coche, porque no podremos cruzar la frontera, necesitaríamos un visado. Los nepalíes sí que pueden cruzarla. Después de cuatro horas que invertimos en comer y dar una vuelta por la ciudad (que no nos gustó nada), volvieron con 123 tiendas que habían conseguido comprando en diferentes establecimientos, se les veía muy cansados a los seis, pero habían conseguido comprar prácticamente a la mitad del precio que nos pedían en Hetauda. Ya que al entrar el material con un coche militar no les habían hecho pagar ningún impuesto!

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Aún antes de volver a casa, paramos en Hetauda, en el único establecimiento que quedaba abierto, y compramos unos rollos de plásticos que servirán para que las familias puedan sentarse en el suelo aislados de la humedad. Esta gente es incansable! Qué suerte que tenemos de poder contar con Ram, Anju, Ram Bahadur y Dharmaraj…

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¿Pero como llevaremos estos rollos inmensos? ¿Por qué pregunto? Esto es Nepal. En media hora, llegamos al centro de acogida y todos los niños salen a ayudarnos a descargar. Y a cambio comen unos dulces que los militares les han comprado en la India. Hemos conseguido 123 tiendas de campaña a muy buen precio, transporte proporcionado por el ejército, dos buenos amigos y una buena aventura para explicar. Misión completa! Bien, al menos la primera fase. Mañana tocará repartir las tiendas. “Mañana por la mañana a las 6 a.m. decimos al despedirnos de Ram y Anju.

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